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Reseña: "Todas somos una misma sombra", de Catalina Infante

Siempre ha sido difícil interpretar la mente de otras personas. Somos, después de todo, seres que se ven a si mismos/as como protagonistas. Durante mi lectura de “Todas somos una misma sombra” de Catalina Infante, sentí que esta reflexión es cada vez más importante. Cada libro es una conversación con el autor, donde ambas partes, tanto el lector como el escritor, forjan un cierto mundo particular, con características únicas que varían dependiendo de ambos. En mi caso, el mundo de Infante es drásticamente distinto al que me esperaba, y por ello me llevé una grata sorpresa (y un gran choque) al leer este libro.

“Todas somos una misma sombra” es un conjunto de cuentos de longitud variable, pero de temática similar. Todos ellos tienen una perspectiva eminentemente femenina, y revelan un punto de vista bastante único. Ahora bien, al igual que la longitud, me parece que la calidad de los cuentos es también variable. Mi favorito dentro del libro, “La novela que nunca escribí”, parte de una idea bastante novedosa: la escritura de una novela a través de otra novela, a través de una intrusión en un correo electrónico de un ex por parte de la protagonista. A medida que el escritor avanza en su novela, la reescritora avanza en su modificación de la misma, eliminando lo que le parece superfluo, agregando lo que le parece importante, capturando la novela y haciéndola suya. Pero al hacer esto, ella también cambia. Inmersa en la novela, su condición física, quizás reflejando su condición emocional, empieza a deteriorarse. El lector, después de todo, hace algo parecido a medida que lee. Cada línea es interpretada y cambia ligeramente por la perspectiva del lector, y descascara los pedazos del autor que quedan entre las líneas (esté este muerto o no).

Otro cuento extremadamente interesante es “Teníamos tanto miedo al sol”, que demuestra como algo vital, el sol, puede causar miedo o incluso desesperación solo si cambiamos un poco la perspectiva. Finalmente, otro cuento que destaca es el que le da nombre al libro, “Todas somos una misma sombra”, una especie de relato postapocalíptico donde se nos presenta un mundo sin sol. En él, los hombres empiezan a morir lentamente, mientras que las mujeres cambian, y se adaptan a esta nueva realidad, una idea de gran profundidad simbólica.

A pesar de estas excelentes historias, “Una isla”, otro de los cuentos, me parece que le falta desarrollo. Lo veo más como una perspectiva incompleta, un cuento que no alcanza coherencia simbólica. No puedo entender el “que” ni el “por qué”, pero al mismo tiempo, puede que ese sea su objetivo.

Tanto “Hermanos” como “Comida China” son cuentos más cortos, que en mi opinión dicen menos que los otros, aunque el primero muestra una perspectiva interesante sobre la relación entre hermanos. “Un cuerpo”, por su parte, ofrece un hecho poco común (una muerte) enfrentado a la vida común. A pesar de lograr una buena perspectiva, me parece demasiado neutro, demasiado en manos del lector para darle un sentido. Finalmente, “La otra ciudad” narra un escape, un lento paso de un estado a otro, una salida. En mi opinión, es de los más débiles del libro, más una colección de impresiones que una historia coherente, más una corriente de pensamientos que una narrativa.

En conclusión, “Todas somos una misma sombra” me parece un libro importante, capaz de entregar una perspectiva muy interesante, tanto de parte de sus personajes como de sus ambientes e ideas. A pesar de sus altibajos, el libro invita al lector a ver las cosas de otra forma, y crea un mundo único y muy personal. Espero con mucha esperanza las siguientes obras de la autora, en los que estas grandes capacidades pueden desarrollarse aún más.


- HB