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Desubicados - Maria Sonia Cristoff

Laurel

$ 8.900

La narradora de Desubicados necesita aliviar con urgencia su resaca existencial. Echada como una lagartija en un banco del zoológico, cierra los ojos y se entrega al balbuceo del pensamiento. En su madriguera mental habitan jirafas mudas, hipopótamos que se ríen de sus chistes privados o elefantes convertidos en delincuentes juveniles que hacen justicia por trompa propia. Y están los padres, esos indefensos ejemplares de la especie humana que se comportan como seres sobreadaptados. Pero no es que los seres humanos acá figuren por un lado y el resto de los animales por otro. Se trata, más bien, del desamparo compartido por quienes se saben fuera de lugar.


Reseñas:


«Con una prosa exquisita y un humor de lince, María Sonia Cristoff despliega en este ensayo novelado el micromundo de una mujer del interior que se percibe como un bicho más; que se siente exactamente como esas hembras y esos machos encerrados en el corazón de una ciudad de acústica invasora. Pero Cristoff está lejos de ser un bicho más. Ella es, por el contrario, un ejemplar magnífico de cronista-ensayista-narradora: una especie única y acaso en vías de extinción.» Alejandra Costamagna


«Son constantes en Desubicados las referencias a libros sobre temáticas zoológicas-humanas, desde nombrar a Ismael, el personaje de Melville en Moby Dick, que conjuraba su propia resaca reemplazando el ejército por el mar, a las palabras de la escritora Elizabeth Costello, personaje fetiche de J. M. Coetzee en La vida de los animales; desde la inquietante reflexión de John Berger en ¿Por qué miramos a los animales? a la venganza ficcional contra los humanos ante la idea de domesticidad que se desata en Crímenes bestiales, de Patricia Highsmith, así como la transcripción del precioso poema “The Hippo”, de Theodore Roethke, y la mención a ciertas revistas de divulgación y sitios de Internet que amplían la investigación in situ de la cual se pretende da cuenta.» Marta Ortiz


«Con un pragmatismo encantador y una prosa salvaje, Cristoff se despacha un libro tan raro y peludo como un cangrejo yeti. Creo que era Paul Léautaud el que decía que sólo vale la pena leer libros únicos, que nadie más pueda escribir, que ésos son los realmente indispensables. Libros indomables como éste, por cierto.» Diego Zúñiga